"Sólo se vive una vez", por Feli Alonso Campo.

¡Aaashuuuu! Un estornudo a mi lado procedente de mi compañera de viaje, jovencita la niña y por lo tanto no muy socializada con las señoras a punto de cumplir los... bueno, a punto de cumplir un carromato más que ella, viaje mudo, por lo tanto, y no es que me importe mucho, pues arrastro un sueño de mil pares de narices, aclaro que hoy es lunes y que el fin de semana, para mí ya reducido al viernes noche y sábado noche (como el de Travolta), disfruto con lo que me dejan y puedo, de las tentaciones del mundo, el demonio y la carne, aunque ésta íltima a veces sea tan literal que se reduzca a un buen solomillo a la pimienta... de todas formas a la carne siempre se le acompaña de un buen vino rojo y rioja, como el que me tomo ahora mismo mientras escribo en esta servilleta, al fin y al cabo ¡qué demonio! (el de las tentaciones, claro) solo se vive una vez.

"El encuentro", por Mª Paula Rueda Manjarrés.

¡Otra vez tú, dulce imagen, guardián de mis sueños! - dije en voz alta mientras me levantaba de la cama.
Esa mañana tenía la sensación de que algo muy bueno me iba a pasar. Era día de carnaval y la ciudad, a pesar del frío, se vestía de colores. Salí a la calle y entré al primer bar que encontré abierto y ahí estaba, ¡sí! Era él, su piel blanca y tersa, el antifaz que llevaba puesto no podía ocultar la belleza de sus ojos ni la perfección de su sonrisa; hasta el cielo se sonrojaba con su presencia, las golondrinas lo seguían por doquier y los botones de las rosas se abrían a su paso.
Lo ví y él me vió, nuestras miradas se cruzaron y nuestros cuerpos caminaban lentamente, como inmersos en el espacio, esperando ansiosos el momento.
Mi corazón latía con tanta fuerza que de él emanaba una llama abrasadora que me quemaba el pecho.
- Hola, le dije con timidez.
- ¿Qué tal?, me respondió y tomó con su mano derecha la mano de la chica que estaba a su lado.
¡No puede ser!, pensé. Mi cuerpo estaba helado y una lágrima fría rodó con dificultad por mi mejilla inundándome con su tristeza y al llegar a la barbilla, cayó con un ligero movimiento sobre la tela de mi disfraz, haciendo onda su herida.
Mi alma parecía encontrar sosiego - Será su hermana, pensaba para consolarme, pero esto es la realidad. - Ella es Verónica, mi novia, me dijo con la voz entrecortada. Una puñalada directo al corazón...
Salí del bar sin musitar palabra, el nudo que tenía en la garganta no me dejaba ni respirar.

"Adiós a ellas", por Inmaculada Martínez Casasús.

Siempre me había gustado entrar allí. la barra entrando a la derecha. A medida que avanzabas en el espacio aparecían las diversas estancias. Con mesitas, sillas, sofás y sillones de variados estilos.
Pasábamos muchas horas sentadas (solíamos ir solo las chicas de mi grupo). Nos dejaban apurar y más que apurar la consumición.
Aquel día quedé con ellas dos, bueno más bien ellas que eran dos hermanas amigas mías quedaron conmigo.
Fue una encerrona, querían sonsacarme sobre que chico de entre dos me gustaba y que si me declaraba a cual escogería.
La música sonaba, la conversación se terminaba y la amistad también.
No me dieron tiempo, me atosigaban, yo me dolía de su falta de respeto. Yo no me enteraba de sus triquiñuelas, se inventaban sus historias.
Quería irme, me estorbaban, solo querían oírse ellas.
Creo que salí sola de allí. Ellas quedaron atrás para siempre.
El bar callado, me prestó un sombrero al salir, para que llegara acompañada a mi casa.

"Escocia", por Francisco Javier García García.

¡Coño! Este wisqui es cojonudo; este y los anteriores que ya me he arrojado por el gaznate. Las gaviotas, enormes revolotean por el puerto y una niebla gris perla, va poniendo el telón al escenario de un mar embravecido. De repente, los sonidos de una gaita melancólica, hace que mire al lugar de procedencia: un escocés, con cara de ídem y faldas, configura un punto de referencia en el horizonte; de repente, me pongo a reír, me recuerda la inolvidable película (¡Qué paradoja,! ¿Verdad?) "Con faldas y a lo loco".

"El bar y la servilleta", por Asun Sánchez Angulo.

¡Que bonito! Nunca había hecho algo así, tan sencillo y encantador como escribir mi relato en una servilleta de papel.
Vosotros sois pareja desde siempre, "el bar y la servilleta".
Cuando hemos querido lanzar una buena noticia, en ti
quedamos para tomar un café y en ella escribimos para
intercambiarnos, quizás la direccion de nuestra nueva casa.
Pero tambien cuando algo nos sacude y es duro y difícil
de contar, en tí nos juntamos y frío se nos queda el café
mientras nos desahogamos, y en ella escribimos quizás
un teléfono que nos escuchará siempre que necesitemos.
Da igual como os llamemos, bar, taberna, tasca ó saloon como en el viejo oeste, siempre estareis allí.
Quien no ha guardado en un bar alguna vez en su cartera, una fragil servilleta, minuciosamente plegada, pero con tanto cariño que ha permanecido allí meses...
"Mi texto breve se balancea, como las promeras frases de una niña, pues son en honor a mi hija y su salud que nos trajeron a tí, mi LOGROÑO".
Por todo esto, estoy segura, seguiré siendo para siempre tan feliz en MIS LIRIOS.

"Loba de bar", por Mª Silvia Eguíluz González.

Me asoñé a lo más profundo de tus ojos y tus retinas me hablaron claro. Tomábamos un par de cervezas y tú parloteabas y parloteabas sin terminar de decir nada. No pedí que te sentaras a mi lado pero lo hiciste, tampoco busqué tu conversación vacía pero me la dabas y yo asentía y asentía mientras te miraba a la cara preguntándome qué demonios realmente querías.
Pero como aunque las palabras mienten los ojos no lo hacen, a través de tus pupilas dí con la explicación. Creíste que era un cervatillo en vez de un lobo feroz, supusiste que no me daría cuenta del truco de la bebida, creías que iba a ser tu muñeca de goma por una noche.
Pobrecito, sentiría pena de tu última expresión de sorpresa si pudiera; pero no es así. No debiste salir a cazar en noche de luna llena, nunca se sabe con lo que uno se puede tropezar.

"Encuentros con la realidad", por Marisa Sedano Cadiñanos.

A mi encuentro diario en el café de la esquina asistimos mi soledad, un cortado y el periódico del día. Hoy viene infestado de fotos sobre el terremoto; cientos de niños, henchidos de abandono, que confundo con ratas, correteando por las calles de Haití, llenan de ira mis ojos color canela. Desde la distancia balbuceo mi protesta, un quejido, mientras mi cielo impoluto me observa. Y me atrevo a jurar que pagaría por manejar el mecanismo que mueve el mundo, pero el tiempo no me aunece... y entrego mi alma a la soga que me ata a mi jergón.
Apuro mi cortado, y abandono el café tras dejar algo de propina. Una servilleta alegra mi mañana con su "Gracias por su visita".

"Gracias, amigo", por Rafael Soto Fuentes.

Estoy en la cama. Me despierto. Abro los ojos y miro al techo, esperando que el día de ayer fuera un sueño. Que lo que pasó no hubiera pasado. Pero el dolor que me aprisiona el pecho me dice que sí, que lo de ayer pasó. Que mi vida se ha desvanecido. Que vivía en un sueño en el que era feliz, pero que la felicidad no existe. Que mi mundo se ha derrumbado. Que todo lo que había a mi alrededor era mentira.
Suena el teléfono. No contesto, pero él insiste con su melodía monótona. Al final, su insistencia puede más que mi tedio. Al otro lado, un amigo, un bar, un rato de charla, una cerveza.
Me presento allí, en la terraza. Dolido, hastiado, compungido... destrozado. Y allí está mi amigo. Que nada sabe ni sabrá, para hacer de eso... de amigo.

"9 números", por Daniel Sánchez Bonet.

Le pedí un bolígrafo mirándola a los ojos. Ella, camarera con experiencia, me contestó con una sonrisa, como si supiera lo que estaba a punto de pasar y mientras se daba la vuelta con elegancia para buscarlo, un trocito de papel fue despegándose para siempre de su servilletero. Nada más salir por la puerta, se despidió desde lo lejos con una nueva sonrisa, calcada a la primera. pero, si he de ser sincero, jamás me llamó.

"El relevo", por Raquel Mª González Herrer.

Aquella mañana me dijo mi padre: "Hoy sí que ya eres mayor". Era mi cumpleaños y cumplía 40. Después de comer fuí a aquel café-bar, como siempre lo había hecho los últimos veinte años. Era un establecimiento con solera. En su barra se habían alternado y sucedido tres generaciones de la misma familia y también allí, desde siempre, estaba él, Don Pepe, sentado en la misma mesa junto a la ventana, porque como solía decir desde ese privilegiado lugar se veía muy bien la calle. Don Pepe era un viejecito menudo y vivaracho, entrañable, el abuelo de todos, querido por todos, que parecía pertenecer secularmente a aquel establecimiento e infundirle vida. Todos los días oíamos su voz pidiendo un cortado y (levantando el dedo) una copita de anís. Nos contaba historias y las disfrutábamos, vivimos juntos como la roja ganaba la copa del mundo de fútbol y le escuchamos llorar y agradecer a Dios que le hubiera dado tantos años de vida (más de 90) para poder saborear aquel momento histórico. Don Pepe no era de nuestra familia pero le queríamos, por eso aquella tarde de mi cumpleaños, cuando entre en el bar y ví las caras serias delos otros clientes, los ojos enrojecidos de una camarera y la mesa huérfana junto a la ventana, supe lo que pasaba sin necesidad de preguntar. Casi sin darme cuenta me senté allí, desde donde se veía tan bien la calle. Cuando la joven camarera se acercó a mí aun con los ojos turbios y me preguntó "¿Un cortado como siempre Don Luis?" le dije "Sí, por favor" y levantando el dedo puntualicé "Y también, una copita de anís". La camarera sonrió.

"La sátira de la muerte", por Ignacio Conde Mendoza.

La cera se consumía ante el poderoso abrazo del fuego que iluminaba la tenebrosa taberna. La pluma, tras recorrer con alegre paso el sendero del papel, escapó, agotada, del abrazo de mi mano y se tumbó en la mesa salpicada de licor. Alguien pasó y echó una ojeada a la recién nacida poesía, pero no le dí ninguna importancia. La tarde avanzó hasta que el sol se escondió en su indivisible hogar, y un hombre con una daga entró al lugar, aprovechando la ausencia del tabernero. El individuo avanzó hasta colocarse a mis espaldas. Conseguí verle la cara, y me dí cuenta de que no debía haber compuesto tal soneto, porque la hiriente sátira era la razón por la que su arma apretaba mi cuello. Pero era tarde para reaccionar. El poema, ahora carmesí, se hacía cenizas después de aquel inesperado encuentro en el bar.

"Amigos", por Javier Iván Eguíluz González.

Termino mi coca cola viendo salir tu autobús. "Mi estancia aquí ha sido mejor gracias a que te he conocido", me has dicho cuando nos hemos despedido. Me llena de tristeza tu marcha, pero me reconforta la alegría de saber que hoy lamento tu partida porque nos hemos conocido bien y por eso nos llamamos AMIGOS.

"Después..." por Laura Monzón Echeverría.

Después de una noche de risas incontroladas, de beber hasta casi perder el control y de cerrar todos y cada uno de los bares de la ciudad, he despertado en una casa que no es la mía y he tenido que salir avergonzada. De nuevo estoy en un bar, de nuevo una cerveza en mi mano y de nuevo el corazón en un puño. No le pedí al destino una vida perfecta, pero no creo que seguir con esta farsa sea todo lo que hay en mi futuro. No busco la felicidad completa porque para conseguirla basta con recordar pequeños momentos. No quiero un abrazo compasivo de un desconocido; sólo quiero sentirme querida, así que no me llames preciosa si mañana ni me vas a saludar. No extraño un amor que me espere pero sí un motivo para luchar... Son las cuatro de la tarde, mi cerveza está acabada y vuelvo a casa igual que mi botella: VACÍA.

"A mis amigos de siempre de la Plebe Gandhi", por Enrique Ezquerro Anguiano.

Toda La Rioja proclama
Las raices de esta cuadrilla
Disgregada en el pasado
Y hoy unida como una piña.
Corría los años 70,
Hubo un cambio generacional,
La "plebe Gandhi" en pleno
Lo asumió con dignidad.
Rompimos todos los sistemas
¡Fuera lo establecido!
Había que empezar de nuevo
¡Lo habíamos conseguido!
Cuadrillas hubo en Logroño
De todo talante social,
Marcamos la diferencia
Gracias a esa unidad.
Somos gente de bien,
Nadie lo puede negar;
Seguimos siendolos Gandhis,
¿Hay quién pueda dar más?
Hubo en "El Real" un "Pather"
Que atendía por "Don Juan"
Las putadas que nos hizo
Difíciles son de olvidar.
Aquellas mañanas de "Borgia"
Ya no se repetirán;
Han pasado 20 años,
Vaya fatalidad.
Los Riscos de Bilibio fueron
Testigos de nuestrsa andanzas.
¡Qué acampadas aquellas!
¡Cómo llenábamos las panzas!
Esquinas hubo en Logroño
Inmortalizamos la de de los vagos;
Si sus paredes hablaran
Revivirían tiempos pasados
Llegaban las fiestas "Mateas"
Y había que tener chamizo;
Como podía ser menos,
Había que robar cañizos.
Ya hubiese querido
Los antepasados Berones,
Ser como la plebe Gandhi
Gente con dos bueos coj...
No sé por qué plebe Gandhi,
La razón de mi relato,
Será que el mundo moderno
Hacia él me ha arrastrado.
Ríos de tinta correrán
En pos de este acontecimiento
Porque somos los más grandes
Y los demás... es un cuento.